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Las ganas de viajar y la mirada optimista al verano de 2022

Las ganas de viajar y la mirada optimista al verano de 2022

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La Columna de Opiniones reproduce el artículo de Juan Barjau, Experto español en comercialización y distribución turística, quien no se deja engañar por el canto de las sirenas.

Por lo que leo y escucho, a veces con excesivos cantos de sirenas, hay un hecho incuestionable, se respira optimismo en el sector turístico respecto a la próxima temporada. No obstante, siempre es recomendable analizar estos escenarios y proyecciones a futuro con cierta perspectiva, no sea que corramos el riesgo de vender la piel del oso antes de cazarlo.
Me decía hace unos días un buen amigo, CEO de una DMC especializada en turistas internacionales y que no recibe un cliente desde hace más de 18 meses, que el 2022, sobre el papel, pinta muy bien y lo cierto es que tiene razón, al menos un servidor comparte su buena nueva.

Son muchas las empresas que viendo la buena evolución de las ventas de, recordemos, “ciertos productos vacacionales” este verano, comparado con lo acontecido en el mismo periodo de 2019 se apresuran a aventurar, ya, un futuro próspero y pleno de felicidad.

Ante tanto alborozo y alegría no es extraño escuchar a los más optimistas afirmar que el sector confía en llegar en 2022 a las cifras pre pandémicas. Si el virus no nos da ningún susto, la evolución de la venta sigue la buena racha de los últimos tres meses y las ganas de viajar continúan desbocadas es posible, que, trabajemos sobre esta hipótesis, recuperemos en la próxima temporada las cifras de 2019.

Pero vayamos por partes, recordando aquello de la piel del Oso. En primer lugar, convendría tener presente una obviedad. No es lo mismo recuperar que volver. Es decir, una cosa es que recuperemos una buena velocidad de crucero en relación con las reservas para la próxima temporada y otra muy distinta es que volvamos a alcanzar las cifras récord de 2019.

En segundo lugar, respetando a todos aquellos que posiblemente no compartan mi punto de vista, tampoco creo que lo anterior deba ser el objetivo. Esto es, obsesionarnos de nuevo con un modelo de volumen versus uno más sostenible y rentable que quizás, sería lo más adecuado.

Son muchos los retos a los que se enfrenta la industria turística en los años venideros, la situación vivida en 2020 ha empujado al propio sector a una profunda reflexión para adaptarse a un nuevo paradigma. Llevando esta exposición a lo terrenal y acercándolo más a las empresas turísticas, me atrevo a resumirlos en tres grandes objetivos (a) la sostenibilidad (b) la digitalización y (c) la rentabilidad.

Debemos construir un modelo turístico equilibrado que respete el medioambiente, que aporte riqueza a las empresas y a la sociedad, generando el menor impacto posible en el destino. Hablando sobre sostenibilidad y comunicación son de gran valor aportaciones y enfoques como el de Laura Garrido desde ético, acercando estos conceptos al mundo de la economía y la empresa.

La digitalización, el nuevo mantra que nos persigue día y noche y para el que no está claro que estemos suficientemente preparados, debe ser otro de los pilares fundamentales sobre el que deberían asentarse los modelos de comercialización y distribución turística. Los nuevos que estén por llegar y los actuales que tendrán que adaptarse y evolucionar si quieren seguir siendo competitivos.

El último de los objetivos de mi pequeña lista, seguro que se os ocurren muchos más, la rentabilidad, es un término no tratado con la suficiente justicia. Algunas empresas están tan obsesionadas con el volumen que acaban perdiendo la perspectiva y el propósito del negocio que es, sencillamente, ganar dinero, aunque, expresado en tales términos suene poco ético.

Seguramente, la rentabilidad de un negocio necesite converger necesariamente con su propia sostenibilidad, en toda la extensión de su significado. Del mismo modo, es posible que ciertos elementos que nos ha traído la pandemia como: la semipresencialidad, el teletrabajo, las videoconferencias o la reducción de las organizaciones, nos conduzca inexorablemente a modelos más rentables y eficientes que no tienen porque ser de mayor volumen.

Mi mirada hacia 2022 es optimista, porque lo llevo en mi propia naturaleza y porque creo en ella. Si a esto sumamos algunos vaticinios como el estudio de Braintrust que sitúan en la próxima Semana Santa la recuperación del turismo extranjero ¿Por qué no permitirnos cierta licencia y mirar el futuro con optimismo?

Fuente: https://www.caribbeannewsdigital.com

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