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Mujer: el futuro post Covid lleva su toque particular

Mujer: el futuro post Covid lleva su toque particular

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La Organización Mundial del Turismo perdió una oportunidad de oro al no elegir al frente del organismo a una mujer, desoyendo sus propias declaraciones acerca de la necesidad de acortar la brecha de género en el sector de los viajes y el turismo.

Shaikha Mai pudo haberse convertido, a comienzos de este año, en la primera mujer en asumir el cargo de Secretaria General de la Organización Mundial de Turismo (OMT).
Tenía todos los requisitos para ellos: pionera en sostenibilidad a través de la preservación del patrimonio mundial; décadas de trabajo en los sectores público y privado, y gran influencia en el sector del turismo árabe.

Mai, quien es la presidenta de la Autoridad de Bahrein para la Cultura y la Preservación de Antigüedades, pudo haber sido la persona ideal para reconstruir el turismo en la era post Covid, en un periodo crucial comprendido entre los años 2022 y 2025.

Sin embargo, el actual secretario general, Zurab Pololikashvili, de Georgia, resultó reelecto en el cargo, perdiéndose así una gran posibilidad de demostrar con hechos lo que la propia OMT tanto ha repetido: la necesidad de acortar la brecha de género en el sector de los viajes y el turismo.

Más allá del carácter histórico de su candidatura, los amplios logros de Mai en materia de desarrollo sostenible a través de la preservación de la cultura, sumados a una sólida estrategia de financiación que ayudó a catapultar el estatus de Bahrein como centro cultural, respaldaban su nominación a Secretaria General, especialmente al frente de un sector en el que el 54% de la fuerza laboral mundial está conformado por féminas.

La pandemia del nuevo coronavirus ha afectado duramente a todo el turismo, en todas partes, y las mujeres que trabajan en esa industria -la mayoría de ellas en empleos de baja calificación o informales- han visto los efectos de la crisis venir hacia ellas con más fuerza y más rapidez.

La OMT afirmaba hace unos meses que la pandemia traía aparejada una “oportunidad de oro” para redefinir el equilibrio de género en el sector, una posibilidad de “avanzar aceleradamente hacia el empoderamiento femenino mediante la reducción de las barreras” que, aún hoy, frenan el desarrollo de la mujer en el turismo.

Pero la agencia especializada de Naciones Unidas perdió la posibilidad de hacer valer ese criterio al no elegir a una mujer para su cargo más alto. Las razones pueden ser muchas y, aunque no cuestionamos desde este trabajo la gestión del señor Pololikashvili, no es menos cierto que los prejuicios enconados de siempre pueden haber tenido algo que ver en la decisión final. Tal vez algunos pensaron que los “tiempos actuales de crisis” se prestan para que sean los hombres quienes intenten solucionar el problema. Si fue ese el criterio, nada más alejado de la realidad. Y me refiero tácitamente a la realidad palpable.

Mujeres contra la Covid-19

Desde el comienzo de la actual pandemia de coronavirus, los medios de comunicación han prestado mucha atención a la relación entre las mujeres líderes al frente de varias naciones y la eficacia de su gestión para enfrentar la crisis de la Covid-19.

Las acciones de las líderes femeninas en Dinamarca, Finlandia, Alemania, Islandia, Nueva Zelanda y Noruega, se citan frecuentemente como prueba de que las mujeres están gestionando la crisis mejor que sus homólogos masculinos.

La resiliencia, el pragmatismo, la benevolencia, la confianza en el sentido común colectivo, la ayuda mutua y la humildad se mencionan como características comunes del éxito de estas mujeres gobernantes.

Sería fácil concluir entonces que las mujeres son mejores líderes que los hombres. Sin embargo, ese sería un veredicto demasiado simplista. La realidad es más complicada que eso.

¿No será que los países dirigidos por mujeres están gestionando la pandemia con mayor eficacia no porque sean mujeres las que gobiernan, sino porque la elección de esas mujeres es un reflejo de sociedades en las que hay una mayor presencia de féminas en muchos puestos de poder, en todos los sectores?

Una mayor implicación de las mujeres se traduce en una perspectiva más amplia de la crisis, y prepara el terreno para el despliegue de soluciones más ricas y completas que si hubieran sido imaginadas por un grupo homogéneo.

Veamos cómo se sostiene esta hipótesis, basándonos en el estudio anual del Foro Económico Mundial sobre la Paridad de Género entre los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

La verdadera paridad de género

La paridad de género se mide en función de la participación de hombres y mujeres en la sociedad, y de las oportunidades disponibles para cada género en términos de acceso a la salud, la educación y el empleo, entre otros factores. El Informe Global sobre la Brecha de Género 2020 del foro clasifica a los países en función de sus resultados en materia de igualdad de género. Los que han combatido la pandemia con mayor eficacia y están dirigidos por mujeres ocupan los primeros puestos de la lista.

El informe también muestra que esos mismos países ocupan los primeros puestos cuando se trata de tener mujeres en los consejos de administración de empresas nacionales. Por tanto, se puede concluir que las sociedades más igualitarias están mejor administradas.

¿Se gestionan de forma diferente los países con mayor paridad de género? En estos ecosistemas, el liderazgo está impulsado por supuestas “cualidades femeninas”, como empatía, compasión, receptividad y colaboración. Estas difieren de las características asociadas al ejercicio del poder tradicional de gestión, supervisión y control, más vinculado a los líderes masculinos.

En resumen, todo esto significa que los entornos con equilibrio de género tienden a generar decisiones más sólidas. Estos entornos también representan un liderazgo en el que dominan los valores femeninos.

Los retos del siglo XXI exigen un nuevo tipo de liderazgo, diferente al que tradicionalmente ha estado basado en el mando y el control. Estos retos incluyen el cambio climático, la salud, el medio ambiente, el agotamiento de los recursos de la Tierra, el envejecimiento de la población, la escasez de talento, la gestión virtual de la producción, las contribuciones de los empleados y el desarrollo de nuevas tecnologías. La sensibilidad infinita de la mujer es imprescindible para poder enfrentar tareas así.

Y entre ellas está el turismo, con sus generosos ingresos y su considerable aporte al Producto Interno Bruto del planeta. No creo que todo esté perdido para el año 2025, pero una mujer al frente de la OMT desde ahora ya estaría aportando esas cualidades tan necesarias.

Fuente: https://www.caribbeannewsdigital.com

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