Hablábamos la semana pasada de la gran oportunidad que tenía nuestro país en la Feria Internacional de Turismo de Madrid después de que Messi y compañía hubieran ganado la Copa Mundial de Fútbol en Qatar.
Y no nos equivocamos.
En un mundo globalizado, donde los dispositivos móviles de los aficionados presentes en el país árabe aquel 18 de diciembre se convirtieron en difusores de la alegría, la pasión y el entusiasmo de un pueblo, el nuestro, y esto provocó en muchos el deseo de visitarnos. Créanlo, porque es verdad, aunque usted no lo crea.
La réplica de la Copa mundialista fue un atractivo impensado, o no, para que miles de personas se detuvieran a sacarse una foto con el trofeo de la FIFA.
Y si bien la réplica de la copa levantada por Messi fue muy convocante, sólo fue el punto de partida para que los operadores pudieran cerrar negocios con quienes venden la Argentina desde sus escritorios en agencias de viaje de España y toda Europa.
Para los visitantes, la Patagonia volvía a ser un territorio a descubrir; la Ciudad de Buenos Aires, con el Tango y la gastronomía una de las ciudades más importantes del mundo.
Los paisajes norteños son imágenes de película; los vinos de Mendoza recorren el mundo y las Cataratas del Iguazú o el Glaciar Perito Moreno maravillan con su inmensidad.
Los dinosaurios en Neuquén; la experiencia de viajar en un tren a vapor en Chubut; o probar la mejor carne del mundo en La Pampa.
Todo eso y mucho más se genera en la motivación del inconsciente colectivo y provoca que Argentina esté de moda en el marco del mapa mundial del turismo.
Ahora hace falta que lo acompañemos con un trabajo que tenga proyección de futuro, porque las modas pasan.