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En la charla que tuvimos con Guillermo Cristiani en LA OTRA MIRADA unos días atrás, surgió un tema recurrente con todos los entrevistados hasta el día de hoy ¿qué sucederá realmente con el Home Office?

Esta versión “casual” de trabajo en casa existe hace muchos años en Europa y Estados Unidos pero no aquí en Argentina, donde nuestros usos y costumbres hasta el 20 de marzo estaban más representados con las relaciones interpersonales que con las nuevas relaciones digitales.
Los latinos en general y los argentinos en particular, negábamos sistemáticamente la posibilidad del trabajo remoto, como si el inconveniente de no poder estar en contacto cara a cara nos impidiera tener un control cabal del trabajo realizado.
Para muchos el Covid 19 aceleró el modelo del trabajo en casa, pero también los enfrentó a un terreno desconocido.
En esta crisis pandémica que nos obliga a mantenernos aislados, muchas empresas han descubierto las bondades del Home Office y de ahí la necesidad de legislarlo y reglamentarlo para evitar abusos y eliminar grises que nunca son bienvenidos.
La flamante Ley de Teletrabajo recientemente sancionada en el Senado de la Nación, como ha sido denominada, tiene pros y contras, como sucede con cualquier ley que busca implementar un orden dentro de esta nueva forma de vida, y a la que nos deberemos acostumbrar a partir de nuevos usos y costumbres.
El trabajo en casa implica para las empresas reducción de costos fijos, menos metros cuadrados de oficinas y mayor control de las producciones personales; porque la tecnología nos permite hoy monitorizar fácilmente los tiempos de trabajo, la eficiencia y producción aún estando lejos.
Para los empleados también significa reducción de costos, ya que permite ahorros por movilidad, vestimenta, alimentos. Para quienes trabajan a distancia la comodidad y libertad de manejar sus horarios es sin dudas el mayor beneficio.
Sin embargo ya han comenzado discusiones que hasta le piden al propio presidente Albero Fernández la cabeza de esta ley, que aún no ha sido reglamentada, y a pesar de ello algunos sectores pretenden que nunca vea la luz.
Si algo podemos rescatar del aislamiento en el que vivimos ha sido la necesidad de actualizar las tecnologías para entrar en esta nueva dimensión desconocida del trabajo a distancia.
El concepto de trabajar fuera de la empresa lo comprenden muy bien quienes integran la generación Millennials, que han elegido ser “nómadas digitales”. Ellos priorizan la libertad horaria y el desplazamiento por el mundo, fijándose el cumplimiento de objetivos por producción.
En el mundo moderno el Home Office es un formato que beneficia ampliamente a las empresas y a sus empleados, y a pesar de ello la incertidumbre de lo desconocido hace que en nuestro país sea combatido aún cuando no se sabe con certeza cómo va a reglamentarse a partir de la nueva ley.
En el sector turístico vernáculo muchas empresas han descubierto las ventajas del Home Office obligatorio al que estamos sometidos, ya que han observado que mediante la tecnología no se ha visto resentida la calidad de sus servicios.
Una vez más la modernidad ya está aquí, inútil es combatirla.

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