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Meses sin participar de ninguna conferencia de prensa en forma presencial y de repente el miércoles pasado, desde el Ministerio de Transporte, surge una convocatoria. Era la oportunidad perfecta para reencontrarnos con colegas y amigos que no veíamos desde hacía más de 200 días.

Nada había cambiado, los ministros Mario Meoni, Matías Lammens y Sabina Frederic nos hicieron acomodarnos a sus tiempos para el encuentro que se llevó a cabo en el Aeroparque Jorge Newbery, más precisamente en la sala de preembarque, frente a la pista y con la presencia atenta de los aviones de Aerolíneas Argentinas, LATAM y Andes, que esperaban silenciosamente la vuelta al trabajo.
Y justamente de eso se trataba la reunión, de volver al trabajo, y la convocatoria hablaba de un anuncio que nos importaba a todos, el retorno de los vuelos regulares, y la reanudación de los buses y trenes de media y larga distancia.
Concluidos los discursos los ministros saludaron en el atrio, y allí los periodistas pudieron profundizar sobre las palabras escuchadas.
El balance final fue bastante pobre, y las expectativas se cumplieron a medias, ya que no llegamos a entender muy bien para qué nos convocaron, porque en realidad no se dijo nada que tuviera algún tipo de trascendencia para la “reactivación productiva de la industria turística” argentina.
Concretamente, que se levante la prohibición que pesaba sobre los vuelos comerciales no significa que la gente pueda viajar a su libre albedrío dentro de las vastas distancias de nuestro país, es decir, hacer turismo.
Hasta el momento, y en pleno pico de contagios, los asientos estarán disponibles sólo para trabajadores esenciales, para personas que deban realizar un tratamiento médico y sus acompañantes.
Pero, además, sólo en el caso de que la provincia a la que deban trasladarse esté dispuesta a recibirlos. Complicado e improductivo.
Es muy factible que solo la aerolínea de bandera comience a volar y seguramente con aviones casi vacíos. El resto observará la evolución de la ocupación pensando fundamentalmente en los costos. Movilizar un avión implica gastos de combustibles, tripulaciones, tasas de aeropuerto, servicio de handling y medidas de higiene extraordinarias.
Es cierto que contaron con la ayuda de la administración FF para amortiguar las pérdidas, pero también es cierto que sus cajas están vacías después de 7 meses de inactividad, y que la venta de pasajes para los pocos que quieran o necesiten volar difícilmente alcance para cubrir la operación.
Anunciar la reanudación de los vuelos de cabotaje e internacionales, como muchos se apresuraron a titular en sus medios o portales informativos, es cuando menos una noticia sin sustento, ya que en todo caso los vuelos ya autorizados como “especiales” cambiarán la denominación a “regulares” y los regulares no serán tales si para poder subir a uno de ellos hay que tramitar el “Certificado Único Habilitante para circulación - Emergencia Covid-19”. Se entiende, ¿no?
No quisiéramos que se nos malinterprete, es que sencillamente la convocatoria se trató fundamentalmente de una cuestión semántica. Especiales pasa a ser Regulares, nada más, estamos muy lejos del regreso a la conectividad plena en nuestro país.
Hoy por hoy pensar en la libre circulación de personas y medios de transporte por la geografía argentina sigue siendo nada más que una utopía y si bien es un paso adelante es sencillamente un pasito.

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